No tengo hambre pero quiero comer

No tengo hambre pero quiero comer

Ansiedad y alimentos: una relación frecuente

La ansiedad y el estrés están íntimamente relacionados con nuestra forma de comer, y viceversa. De hecho, un exceso de las primeras puede desembocar en lo que comúnmente se denomina comer con ansiedad o ansiedad por comer, con efectos nefastos sobre nuestra salud física y mental. De la misma manera, ciertos alimentos pueden incrementar el nivel de ansiedad, como los estimulantes.

De lo que no hay duda es que nuestros sentimientos y emociones determinan la manera de alimentarnos. A lo largo de la historia hemos comprobado como estas últimas, cuando resultan perturbadoras, tratan de encontrar alivio en una práctica tan común, habitual y asequible como el comer.

¿Por qué comemos sin tener hambre? La ingesta de alimentos compulsiva

Quienes padecen ansiedad por comer necesitan ingerir alimentos sin tener hambre, al menos no desde un punto de vista fisiológico, y así lo reconocen. De hecho, las personas que comen por ansiedad lo hacen de manera compulsiva e incontrolada.

Quién más y quien menos quizás recuerde algún capítulo de su vida en la que ha tenido esta sensación. Quizás en la época de exámenes, antes de acudir a una entrevista de trabajo, durante el postparto o ante un conflicto emocional que se ha alargado en el tiempo. Todas estas son situaciones que pueden resultar estresantes e incluso parecer inabarcables para muchas personas. Y todas ellas pueden incitar a la ingesta descontrolada de alimentos.

¿La razón? Una necesidad subyacente de placar algo que está en nuestro interior y no sabemos como resolver. En otras palabras: intentamos encontrar en el fondo de la nevera el refugio a algo que, creemos nos viene grande, desde un reto que no tenemos la seguridad de alcanzar a un problema que no logramos acabar de resolver de manera adecuada.

Porque la comida no puede satisfacer las necesidades emocionales

Al problema derivado de ingerir más alimentos de la cuenta, especialmente de dudosa calidad, pues la ingesta compulsiva suele decantarnos por la comida rápida y placentera para los sentidos (bollería, embutido, helado, etc.), aparece el sobrepeso, los problemas cardiovasculares y ese largo etcétera que propicia el exceso de este tipo de comida, tenemos que sumar el amplio sentimiento de culpa. Este aparece tan solo al cabo de unos minutos, dinamitando más aun la confianza que tenemos en nosotros mismos y introduciéndonos en un circulo vicioso de mayor estrés.

Porque la comida no puede satisfacer las necesidades emocionales

La solución pasa por el control de las emociones y la capacidad de detectar aquello que nos impulsa a comer sin control alguno, para trabajarlo con ayuda de un equipo profesional.

Y entre tanto, resulta conveniente acudir a ejercicios de mindfulness o relajación y sustituir esas sensaciones que nos brinda la comida, al menos en un primer momento, por otras que nos trasmitan placer sin poner en riesgo nuestra salud, por ejemplo pasear o estar en compañía de gente querida.

En Ipace, podemos ayudarte a combatir tus trastornos alimenticios desde la psicología positiva y alcanzando la raíz del problema y brindándote las herramientas necesarias para volver a poner en equilibrio tus emociones y una dieta saludable.

Te ayudaremos a gestionar la ansiedad por comer desde el acompañamiento, para que puedas emprender una relación sana con la comida, recuperar la confianza en tu poder de decisión y sentirte a gusto contigo, disfrutando del placer de comer por tener hambre o por pura diversión.

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