La importancia de la solidaridad

La importancia de la solidaridad

El 20 de diciembre es el Día Internacional de la Solidaridad Un valor humano que, sin duda, merece ser reivindicado, porque sin solidaridad resultaría imposible vivir en comunidad.

Más allá del altruismo

A menudo, entendemos la solidaridad como un acto altruista, como la predisposición a ayudar a otras personas sin recibir nada a cambio en un momento concreto de nuestras vidas.

Evocamos dicho término cuando vemos las imágenes de ciertos conflictos bélicos por la televisión y pensamos en brindar nuestro apoyo en forma de donativo. También cuando decidimos colaborar con organizaciones sin ánimo de lucro.

Sin embargo, la solidaridad va más allá de cualquier acto altruista, esporádico o recurrente. Constituye la base de un estilo de vida sustentado sobre la empatía. Es una forma de entender nuestro día a día en sociedad. La solidaridad supone la capacidad de vivir en comunidad.

Ahora que se acerca la Navidad, es importante profundizar en ello. La solidaridad es decisiva para construir un mundo equitativo, más justo y sostenible. Supone ayudarse entre sí ante retos compartidos para alcanzar objetivos comunes; objetivos beneficiosos para todos y todas por igual.

La solidaridad empieza por tu comunidad

Así pues, la solidaridad no sólo consiste en hacer donativos para causas humanitarias en época navideña; representa un esfuerzo continuo que comienza en nuestra propia comunidad. 

De hecho, dentro de la psicología aplicada, la solidaridad representa un valor fundamental hacia la realización personal. Pero ojo, no porque nos sintamos mejor con nosotros-as mismos-as por ayudar a los demás. La solidaridad, como hemos dicho, contribuye a tejer relaciones sociales satisfactorias y un entorno justo y saludable para todos nosotros y nosotras. ¿Quién no desea desarrollarse, vivir, en una sociedad así?.

De ahí que la solidaridad deba ir más allá del ámbito doméstico y recalar en aquellas esferas sociales en las que intervengamos. También en el mundo laboral en el que nos desenvolvemos. Quizás con mayor énfasis en este último, donde es habitual que la competitividad promueva cada uno de nuestros actos.

¿Recordáis el film de culto francés El fabuloso destino de Amélie Poulain (2001)? Su protagonista encarna una empatía y solidaridad mayúsculas, pero es interesante comprobar, a lo largo de la película, cómo esa actitud evoluciona.

Amélie ayuda a los demás porque eso le hace sentirse feliz. No busca contraprestación ni reconocimiento. Sin embargo, acaba por darse cuenta de que esa actitud ante los demás no solo le agrada, sino que es necesaria para tejer relaciones saludables con los demás y, aún más importante, con ella misma.

La solidaridad es inherente a la vida en comunidad y a la consagración de entornos sociales que cuiden de nuestra salud mental y la de quienes nos rodean.

Desde Ipace, en nuestro centro de psicología aplicada en Vitoria-Gasteiz, nos esforzamos por alimentar este valor humano esencial, incluso más allá de la época de Navidad. Te animamos a que hagas lo mismo.


No Comments

Post A Comment