La importancia del autocuidado

La importancia del autocuidado

En los últimos años, se ha hablado largo y tendido sobre los cuidados. Especialmente los que se brindan a personas dependientes. Y a menudo asociados a esos familiares, en su mayoría mujeres, que no reciben contraprestación alguna por ello. Es más, ven mermadas sus posibilidades de realización personal y profesional debido a ese rol de cuidadores y cuidadoras.

Quizás por eso, precisamente ahora, se comienza a hablar de la necesidad del autocuidado. Y no solo de quienes cuidan, para poder seguir ofreciendo lo mejor de sí a los demás, sino de la población en general. Porque el cuidado personal es la base del bienestar, el individual y el colectivo.

Es decir, del autocuidado depende nuestra capacidad para prevenir enfermedades, físicas y mentales, y para mejorar nuestra calidad de vida. Pero también para elevar la autoestima, nuestras destrezas creativas y productivas, y la capacidad de relacionarnos con los demás de manera saludable.

El autocuidado como obligación

A menudo nos referimos al autocuidado como un derecho adquirido. Todos y todas tenemos derecho a sentirnos bien. Sin embargo, últimamente se habla del cuidado personal como una obligación, en tanto que se trata de una necesidad para mantener nuestra estabilidad física y emocional al igual que nuestra autonomía e independencia.

Este es un concepto al que, desde Ipace, psicología aplicada, recurrimos constantemente. Hablamos de la importancia del autocuidado en el periodo de crianza. También del autocuidado cuando asistimos a nuestros mayores, dependientes, o de familiares enfermos. Y hablamos de cuidado personal cuando necesitamos encontrar la estabilidad emocional en determinadas épocas de nuestra vida.

Y es que, el autocuidado es imprescindible para sobrellevar el día a día. Para hacer frente al cansancio físico, al estrés o a la necesidad que todos y todas tenemos de buscar la realización personal en aficiones placenteras y enriquecedoras.

De la reflexión al respeto propio

Es por esta razón que el autocuidado exige de cierto proceso de autoanálisis. De averiguar qué precisamos para sentirnos bien. Y de valentía, para reclamar esa necesidad, ese espacio propio, desde el respeto y, después, darle respuesta.

Decimos esto porque últimamente asistimos a la perversión de la palabra bienestar o, como se conoce ahora, wellness, en un intento por convertirla en un producto más de mercadeo. Las fórmulas que garantizan el autocuidado desde una perspectiva estandarizada, y a menudo asociadas al consumo masivo (y al dinero), son cada vez mayores. Pero no por ello mejores ni tan siquiera, válidas.

De hecho, ya se habla de una jugosa industria del bienestar y el autocuidado que lleva el individualismo por bandera. Una industria que eleva a tal nivel la cota de exigencia en autocuidado que lo convierte en todo lo contrario: un motivo de frustración, culpabilidad constante y desencanto.

Y es que, como hemos señalado, el autocuidado es una obligación. Pero ¿qué tipo de autocuidado? Si acudimos a los prefectos que marca la sociedad a través de las redes sociales o la publicidad, sin duda el autocuidado se desvirtúa. En estos escenarios, el cuidado personal pasa por decenas de terapias, horas de gym y un elevado presupuesto en productos o medicina estética. Y no, el cuidado personal no es eso.

Como decimos, el autocuidado parte de la introspección y de la reflexión, para saber qué necesitamos en cada momento, cómo y cuándo. Es por ello personal, mutable y, sobre todo, ha de resultar placentero. En conclusión: sumar niveles de relajación, a poder ser, y no restarlos.

El autocuidado: un derecho accesible

Claro que, como decimos, el autocuidado es un derecho. Y como tal, debería ser accesible y asequible, facilitado y procurado desde los poderes públicos, si es preciso.

La concepción moderno de autocuidado señala que la persona es responsable de emprender acciones individuales y/o colectivas con el fin de mejorar o restituir su bienestar integral. Pero, para ello, esas acciones han de ser accesibles.

Es decir, todas las personas deberían tener derecho a una alimentación sana, a actividad física saludable, al descanso y a unas relaciones sociales óptimas. Si bien, como decimos, existen un sinfín de actividades que no requieren esfuerzo económico, tan solo tiempo y ganas. La clave pasa por saber qué necesitamos y responder a dichas demandas en la medida de lo posible.

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