El poder del altruismo y la generosidad

El poder del altruismo y la generosidad

Son términos muy similares pero no iguales. Además, ambos conceptos han sido objeto de controversia y cuestionamiento en contextos filosóficos. Sin embargo, su práctica es buena en las dos direcciones: para quien recibe la ayuda y para quien la ofrece.

No es lo mismo generosidad que altruismo

Aunque ambos conceptos son positivos y beneficiosos para quienes nos rodean, no son sinónimos, pese a que en muchas ocasiones se utilizan indistintamente.

Qué es la generosidad

La generosidad es el hábito de dar sin esperar nada a cambio, y recalcamos el nada a cambio. El hecho desinteresado de dar y compartir nos reconforta hasta tal punto que crecemos como personas y, de paso, nuestra felicidad aumenta también.
De hecho, existen estudios que aseguran que esta manera de obrar puede activar determinadas áreas del cerebro conectadas con la satisfacción y placer. Y ya sabes por nuestros artículos cuánto puede contribuir a tu salud la felicidad.
El médico e investigador Stephen G. Post demostró en un estudio “que las emociones y comportamientos generosos se asocian a un mayor bienestar, salud y longevidad”.
Dicho esto, la generosidad no está exenta de controversia, ya que, en última instancia, nos aporta beneficios propios.
Ahora, quizás, te preguntes por el altruismo: ¿acaso no es dar con el mismo desinterés que la generosidad?

Qué es el altruismo

El concepto de altruismo lo acuñó el filósofo Auguste Comte en 1851 y se define como la preocupación por el bienestar de las otras personas como fin en sí mismo, aun a costa del bien propio. En otras palabras, sería lo contrario al egoísmo. El hecho de dedicar tiempo a los demás implica la imposibilidad de centrarnos al 100% en nuestros intereses particulares.
No obstante, volvemos a la controversia. El propio concepto de altruismo ha sido objeto de debate en el ámbito filosófico y social, ya que, ¿puede que alguien que ayuda a otra persona o grupo social esté buscando un interés tras esto? Dicho de otra forma, ¿el hecho de que se realice un acto altruista se asienta siempre en motivos o razones altruistas?
Pongamos un ejemplo. Imaginemos una cantante pop de moda, con millones de seguidores en todo el mundo. Si esta mujer lleva a cabo actos altruistas como acciones humanitarias y estas se dan a conocer, la admiración de sus fans crecería. Incluso quienes no compartieran los mismos gustos musicales podrían alabarla por su contribución a la sociedad. Por otro lado, una buena reputación podría mejorar sus contratos, incrementar el número de giras y la descarga de sus singles en las plataformas musicales.
En verdad, ¿lo haría desinteresadamente, a pesar de dedicar tiempo a su causa? Nadie dudará que, sea cual sea el motivo, no deja de ser un bien para la sociedad. Eso sí, en este caso no se cumpliría ese a cambio de nada que hemos subrayado al principio, aludiendo a la generosidad. Es más, quienes cuestionan el término altruismo aseguran que buscamos una recompensa neurológica cuando llevamos a cabo iniciativas altruistas (el mismo debate que surge con la generosidad).

Diferencias entre altruismo y generosidad

Aunque les separa una delgada línea roja, existen diferencias entre ambos términos y te vamos a mostrar algunas de ellas a continuación:

  • El altruismo es un término filosófico, la generosidad no. Esta última es un valor. Estaría dentro de los valores de alguien.
  • La generosidad no implica necesariamente una renuncia a nuestro bienestar personal. En términos de generosidad, cuando damos, normalmente es porque tenemos cubiertas nuestras necesidades o, al menos, no supone un cambio significativo en nuestra vida.
  • En el altruismo llamado puro no existen los beneficios personales que podrían llegarnos de rebote. Esto es, implicaría un sacrificio, un riesgo, una inversión de tiempo que restamos al nuestro.

A todo ello se suma la importancia de nuestra cultura a la hora de determinar nuestro comportamiento. A veces nos podemos sentir en la obligación de ser buenas personas con el demás, puesto que nuestra conciencia nos obliga (derivada de una religión, por ejemplo).
En cualquier caso, y sea cual sea el motivo de nuestra entrega a las demás personas, tanto la generosidad como el altruismo son gestos positivos, que hacen de nuestra sociedad un sitio más apacible en el que convivir. Y, por si esto fuera poco, cuando nos entregamos a través de un gesto que aporta consecuencias beneficiosas a nuestro alrededor, sin duda sus repercusiones contribuyen a potenciar nuestro bienestar, gracias a una sensación de plenitud total con nuestro interior.
Entonces, ¿es tan importante el ser conscientes o no del beneficio propio que nos traen nuestros actos por los demás? ¿Nos convierte en personas egoístas porque nos sentimos bien cuando ayudamos? Si todo el egoísmo fuera así, el mundo en el que vivimos sería un lugar mejor, ¿verdad?

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