Cómo manejar constructivamente la ira

Cómo manejar constructivamente la ira

La ira está asociada a un sentimiento de enfado al que se puede sumar un componente de violencia. Esta puede manifestarse en forma de arrebato, con nefastas consecuencias para quien lo protagoniza y, muy especialmente, para quienes lo padecen.

La rabia o la ira son emociones sanas. La función del enfado es establecer límites y protegernos de las injusticias. Tiene una misión de supervivencia: eliminar amenazas. El enfado nos lleva a decidir proteger nuestros límites cuando la razón por sí misma, quizás, abandonaría. También la rabia a veces nos ayuda a salir del miedo.

Es una emoción que a veces tiene una causa concreta pero otras, surge de un cúmulo de causas y circunstancias. La mayoría de las veces surge ante una sensación de frustración e impotencia.

Puede ir acompañada de reacciones fisiológicas y que deben evitarse, reacciones exageradas como gritos, amenazas, golpes… Así que, es importante saber canalizar dicho sentimiento de ira para evitar que desemboque en tales comportamientos.

Hay muchas personas que confunden enfado con agresividad y desde esta confusión intentan reprimir su rabia creyendo que les llevará a ser personas violentas y dañinas. La rabia tiene dos extremos patológicos, por exceso, la rabia descontrolada (reaccionamos de forma desproporcionada frente a la situación) y por defecto, la rabia inhibida (se queda dentro como en una olla a presión). Es por ello importante aprender a expresarla de forma sana.

Por qué aparecen los ataques de ira y cómo evitarlos

Los problemas para llegar a fin de mes a pesar de trabajar duramente, y la injusticia que percibimos en ello; el cansancio, la presión del entorno laboral, las discusiones de pareja, una situación familiar complicada… Todo ello da lugar a un caldo de cultivo perfecto para que puedan aparecer explosiones de rabia o ataques de ira.

Estos últimos responden a una reacción repentina del individuo por un enfado intenso, que desemboca en un comportamiento violento, inesperado y difícil de controlar una vez iniciado. Dicho episodio de ira puede apenas durar un minuto. Pero el malestar que genera tras de sí se perpetúa en diversas consecuencias.

La ira y sus consecuencias

La rabia

La rabia es una emoción que no llevamos bien, porque muchas veces acarrea un sentimiento de culpa, es una emoción que no acabamos de aceptar, está mal vista y tendemos a reprimirla o suprimirla. Esta tendencia puede generar muchos trastornos físicos. De hecho, son habituales los dolores musculares y de cabeza, el bruxismo, así como úlceras o dolores crónicos asociados a la ira.

La ira también perjudica nuestras relaciones sociales, pues los episodios de agresividad pueden aislarnos de los demás. También afecta a nuestro equilibrio mental, ya que va acompañada de pensamientos negativos recurrentes y exagerados que distorsionan la realidad, además de provocarnos mayor irritabilidad, así como estrés o ansiedad.

El control de la ira

Es importante entender que la rabia es una emoción que podemos sentir y regular de forma que no nos dañemos a nosotros-as mismos-as ni a los demás. Así, para evitar los ataques de ira y sus duras consecuencias, podemos adoptar estrategias fáciles de asumir y muy efectivas. Estas son:

  • Ejercicios de relajación: desde la práctica del yoga al control de la respiración. Todo suma. Lo importante es asumir técnicas que nos ayuden a contenernos y relajarnos cuando más lo necesitamos.
  • Actividades de ocio: todo aquello que nos entusiasme y nos ayude a desconectar y a disfrutar en paz será beneficioso para atenuar el sentimiento de ira, ya sea pintar o correr. Las actividades artísticas nos ayudan, además, a expresar nuestros sentimientos más profundos sin tener que hablar de ellos, si esto último nos cuesta, lo cual resulta muy útil y beneficioso. Y las actividades deportivas, a relajarnos y a relativizar.
  • Ejercicios cognitivos: a través de la terapia de psicología aplicada podemos encontrar la lógica que necesitamos para huir de los pensamientos exagerados, reiterativos, o de la frustración, tan habituales en comportamientos de ira. Estos nos ayudarán a reflexionar más y mejor. Se trata de identificar el problema, abordarlo y gestionar las emociones que nos provoca.
  • Técnicas de comunicación. Buscar la causa de nuestro enfado y expresarlo de manera adecuada es una tarea ardua pero muy útil en cualquier ámbito de nuestra vida, especialmente si la ira se apodera de nuestro día a día. Aumentar la comunicación con las personas que nos rodean también las hará partícipes de nuestra angustia, mejorando la percepción que tienen de nuestro estado e implicándolas en el proceso de mejora.
  • Cambio de hábitos de vida: a veces, el cambio de rutinas puede contribuir a un cambio de actitudes, sobre todo si éstas aportan más descanso y momentos de evasión. Dejar de lado el alcohol o bebidas estimulantes como el café, disfrutar de quienes nos contagian su humor, comenzar a escribir sobre nuestros sentimientos…, son soluciones efectivas.

Recuerda que la ira es un sentimiento común y beneficioso cuando se trata de hacer frente a las injusticias. Sin embargo, los ataques de ira y su componente violento están asociados a un carácter colérico y muy negativo para nuestro entorno.

De hecho, las repercusiones pueden ser tales como acabar con una relación sentimental o provocar un despido. Pero lo más importante es que los ataques de ira no reman a favor de nuestro bienestar, sino todo lo contrario. Así que, si sientes que eres incapaz de llevar el control sobre tu sentimiento de ira, que éste se hace contigo y con tus pensamientos, si está interfiriendo en tu forma de relacionarte, busca ayuda.

En Ipace Vitoria-Gasteiz te acompañaremos a través de la psicología aplicada, para que la ira no se interponga en tu camino hacia la felicidad.

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